


Día a día son muchos los emprendimientos que surgen en el mercado local y nacional; no obstante, no todos tienen la valentía para permanecer y persistir en un mundo altamente competitivo, más aún en este 2020, en el que una pandemia puso en jaque a muchísimos empresas, incluso ya consolidadas.
Pero en medio de las difíciles situaciones también hay ejemplos de emprendimientos que han navegado entre las oportunidades y han tomado fuerza, incluso en medio de la crisis.
Inca Inca es uno de ellos. Érika Acosta, su creadora, habló con Seguimiento.co de cómo ha sido su experiencia, la que concluye con una gran enseñanza: y es que "para emprender se necesita, más que amor y pasión, la persistencia".
Su emprendimiento empezó como una oportunidad de salir adelante, cuando después de 18 años decidió regresar a su ciudad natal, donde finalmente encontró el amor de su vida.
Estando en la capital del Magdalena, decidió crear un proyecto personal, al que semanas después de visitar la playa Inca Inca, y enamorarse de sus tranquilas olas, decidieron darle ese nombre: ‘Inca Inca’. Empezó vendiendo vasos importados y personalizados, aunque poco después decidió darle un giro y continuar con accesorios.
En este proceso, no siempre pasó buenos momentos. “En el camino nos encontramos con una cantidad de obstáculos, nos damos muy duro, nos atacamos, nos juzgamos, nos criticamos, empiezas a compararte con otras cuentas, con otras líneas, pero cuando tú decides borrar todas esas cosas de tu mente, las cosas empiezan a cambiar”, dijo.
Y fue precisamente allí cuando Inca Inca empezó a crecer, a fortalecerse, pero nuevamente, otro cambio en la vida de Érika le dio un giro a este emprendimiento; durante su embarazo, los problemas hormonales que se padecen en este estado, también tocaron su proyecto.
“Mi organismo lo rechaza totalmente, yo no quería saber nada de Inca Inca y le digo a mi esposo: voy a cerrar esto, no voy a poder con todo a la vez y él me dice no tomes decisiones en este estado, tómate un tiempo mejor, entonces suspendí como 5 meses, dejé todo quieto y después retomé con más fuerza”, contó Érika.
Hoy, su hija ya tiene 3 años y ha trabajado incansablemente por entregar un producto con amor y calidad a sus clientes. Ha tenido dos colecciones que le han dado el sello propio a esta marca y es resaltar aquellas bellezas naturales que hacen de Santa Marta un lugar único y maravilloso.
“Cuando decidí hacer mis diseños propios empezamos con una línea que se llama ‘Identidad’ con la cual buscamos resaltar el sentido de pertenencia por la ciudad. Hay otra línea que se llama ‘Regresar a mi Pueblo’, donde encontramos aretes del morro, cadenas del morro, hago cosas relacionadas con el guineo, con las mochilas arhuacas, los arrecifes, entre otros”.
Cada una de estas piezas cuenta una historia de la bella Santa Marta; las piezas están bañadas en oro de 24 kilates y protegidas con una laca que le de mayor protección. Son piezas únicas, cada pieza se corta una a una y a mano.
Un proyecto que genera empleo
Para la elaboración de las pulseras, que es otro de los productos insignia de esta marca, Érika se apoya con cuatro tejedoras, madres cabezas de hogar, que residen en los barrios la Paz, 20 de Octubre y Ciudad Equidad. Desde sus casas, mientras que estas mujeres atienden a sus hijos, también tejen a mano los productos que se caracterizan por su sello, calidad y originalidad.
Y es que Érika es defensora de que las madres deben estar el mayor tiempo posible con sus hijos, por eso, no tiene a su equipo de trabajo en un taller, sino que lo hacen desde sus hogares mientras también cumplen con el rol de madre.
Ella tiene dos hijos, una de 3 años y un niño de 13 años, son su vida, su mundo y junto a su esposo, Camilo George, trabajan día a día por brindarles un mejor futuro, lleno de oportunidades y sueños.
"Uno a veces quiere desistir de las cosas. En la vida surgen problemas, dudas, desánimos, pero mi consejo es la persistencia. No solo el amor y la pasión que le quieran dar a su proyecto de vida, sino también la persistencia. Hay que seguir", concluye Érika quien después de unos años de arduo trabajo, ha podido llevarlos accesorios hechos con sus manos y el de las tejedoras madre de hogar, incluso, fuera de Colombia.


