
Dicen que los homenajes se hacen en vida para morir feliz, y eso se pudo comprobar en el municipio de Pijiño del Carmen, en el Magdalena. Allí, la comunidad exaltaba a uno de sus hijos, Carmelo Garizao Tobías, compositor, cantante y acordeonista, quien parecía estar esperando con anhelo el día del reconocimiento para agradecerle a su pueblo y, en medio de la fiesta, despedirse haciendo lo que más le gustaba: entornar las notas y ritmo del vallenato puro.
Era el 16 de julio y en el municipio del Sur del departamento, se celebraban las tradicionales fiestas de la Virgen del Carmen. Todo había sido felicidad durante el día con la programación dispuesta, llegó la noche y las emociones seguían disparadas, mucho más entre la familia Garizao López, que se preparaba para asistir al homenaje que recibiría su máximo jerarca, el líder de la actual generación.
El homenajeado se había mostrado tranquilo pero con mucha expectativa, ante los quebrantos de salud que padecía, por eso decidió esperar el momento preciso para aparecer en público y disfrutar de la noche que le había preparado la Alcaldía, como hijo ilustre de Pijiño del Carmen.
En medio de la alegría y orgullo de sus familiares, Carmelo Garizao, juglar vallenato del departamento del Magdalena, hizo presencia en la 'plaza Garizao', construida a su nombre en un terreno donado por el líder político Martiniano Lara Gutiérrez, quien quiso un escenario digno para su gente, y qué mejor que llevara el nombre del máximo exponente de la cultura y la música en este municipio.
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Los aplausos, ovaciones y la atención en pleno de la gente, seguro ocasionaron en él un júbilo que quizás muy pocas veces a lo largo de sus años de vida había sentido, sin embargo, se mantuvo siempre tranquilo y sereno, desbordando únicamente ese sentimiento de gratitud en ese instante que tuvo en la tarima para dirigirse a todos los presentes.
“Gracias Pijiño por este homenaje, gracias mi pueblo por darme tanto, no hay palabras para expresar lo que siento, quiero que escuchen mis canciones, nunca fui a una escuela de musica, mi toque es innato”, dijo en un improvisado discurso. Seguidamente tomó el acordeón y dio rienda suelta a su talento.
Con su acordeón en brazos y frente al público que lo aplaudía al escuchar sus notas musicales, murió a sus 82 años el juglar vallenato Garizao Tobías.
Le dijo adiós a su familia y al pueblo que lo vio nacer en medio de la alegría que embargaba su corazón por tan especial homenaje. En su rostro siempre reflejó su orgullo y emoción de saber que el folclor que tanto disfrutó era exaltado.
Así como él, en el lugar el ambiente era de fiesta. Su familia y la multitud que asistía, mostraban la complacencia que sentían por ver a ese hombre que con su propio esfuerzo logró consolidar sus metas y sueños.
Pero en un abrir y cerrar de ojos el panorama cambió. Al término de la segunda canción que interpretó, una letra de su autoría denominada 'La Pregunta', en la que plasmaba su inquietud de quien había invitado el acordeón su amado instrumento, fue entonces cuando abrió sus brazos, se acercó al micrófono y le dijo a su gente: 'quiero que me digan quién invento el acordeón, se las dejó a ahí", con una sonrisa en su rostro, volcó su mirada hacia atrás donde se encontraban sentados sus hijos, nietos y bisnietos, y así, sin más, lentamente ante la mirada de su gente, se desplomó su cuerpo mientras su alma subía al cielo.
Los llantos, el desespero por salvarle la vida y la tristeza se apoderaron de todos. Médicos y enfermeras que disfrutaban del evento subieron en segundos a la tarima, pero Carmelo nunca más dio señales de vidas. Ante la no respuesta del juglar, un vehículo lo llevó hasta el Hospital Central de Pijiño, allí informaron que este hijo del vallenato estaba sin signos vitales.
Sí, había muerto, murió en 'su ley', con el acordeón en el pecho y haciendo feliz a quienes lo escuchaban interpretar su amado instrumento y cantar sus letras.
Un inesperado adiós que enluta hoy a una familia y a un pueblo. Recibió un doble homenaje uno en vida el cual disfrutó y otro en cámara ardiente ante los rostros tristes de quienes un día antes lo habían acompañado a celebrar, sus colegas músicos le cantaron e incluso compusieron una canción de su lamentable partida.
A Carmelo le dieron cristiana sepultura el pasado miércoles, una gran multitud lo acompañó hasta su última morada en el cementerio de Pijiño del Carmen. En el último adiós, el alcalde municipal, Orlando Machado, exaltó su talento y lamentó su sorpresivo fallecimiento.
El final de Carmelo Garizao Tobías fue 'macondiano', morir haciendo lo que le gusta y con gran felicidad es algo irreal y que, sin duda, causa mucho dolor, pero a la vez se convierte en una 'muerte ideal'. Tal y como un día lo dijo Carmelo: "seré acordeonero y moriré tocando acordeón".
La familia Garizao López dedicó el siguiente mensaje: "No aguantó la emoción, su alegría fue más grande que las fuerzas del motor que lo mantenía con vida. Ay "Papi Carmelo" como le decíamos, nos dejas un dolor muy gran, te amamos, ahora te encontrarás con tu amado hijo Manuel Antonio y engalanarán el cielo con sus toques. Nunca más te escucharemos tocar el acordeón, ese que desde niños nos tocabas, ay Papi que Dios te tenga en su gloria".

